La educación argentina atraviesa 2025 con señales crecientes de deterioro estructural, reflejado en resultados académicos estancados, infraestructura deficitaria y tensiones salariales que afectan la continuidad del ciclo lectivo. Aunque existen iniciativas puntuales de modernización y algunas jurisdicciones avanzan en programas de alfabetización, el sistema educativo sigue lejos de alcanzar estándares que garanticen igualdad de oportunidades y calidad pedagógica.

Los últimos relevamientos estandarizados muestran una tendencia preocupante: más del 50% de los estudiantes de primaria presenta dificultades en comprensión lectora, mientras que en matemática los niveles de desempeño retrocedieron incluso respecto de mediciones prepandemia. Especialistas advierten que la brecha entre escuelas públicas y privadas continúa ampliándose, impulsada por desigualdades socioeconómicas que impactan de forma directa en los aprendizajes.

Las provincias, responsables directas de la gestión educativa, enfrentan restricciones presupuestarias que limitan la inversión en infraestructura y actualización docente. Edificios con problemas edilicios, falta de equipamiento tecnológico y ausencia de conectividad adecuada son parte de un diagnóstico repetido en gran parte del país. Los gremios docentes sostienen que la caída del salario real y la falta de formación continua sistemática profundizan la crisis de profesionalización.

En paralelo, el gobierno nacional impulsa reformas orientadas a mejorar los índices de alfabetización temprana y a fortalecer contenidos vinculados a ciencias y tecnología. Sin embargo, los avances son parciales y encuentran resistencia en algunas jurisdicciones que reclaman mayor financiamiento y autonomía en la implementación. La falta de consensos políticos amplios impide la elaboración de una política educativa de largo plazo, más allá de los ciclos electorales.

La educación técnica y la articulación con el mundo del trabajo se consolidan como prioridades estratégicas. Sectores productivos, especialmente en áreas como energía, agroindustria y economía del conocimiento, señalan la creciente dificultad para cubrir puestos especializados. Aun así, las escuelas técnicas enfrentan desafíos similares al resto del sistema: falta de equipamiento, programas desactualizados y poca conexión con las demandas reales del sector privado.

El impacto de la crisis económica también se refleja en la vida escolar. Aumentan la inasistencia y la repitencia en contextos vulnerables, donde muchas familias dependen de los comedores escolares para garantizar una alimentación básica. Organizaciones sociales reportan que la situación socioeconómica condiciona la permanencia de estudiantes en el sistema, especialmente en el nivel secundario, donde la deserción sigue siendo alta.

De cara al futuro, especialistas coinciden en que la educación argentina necesita una hoja de ruta integral que combine financiamiento sostenido, formación docente robusta y políticas de Estado estables. Sin un acuerdo nacional que priorice la mejora del sistema, el país corre el riesgo de profundizar la crisis de capital humano que ya afecta su competitividad y limita las posibilidades de desarrollo en las próximas décadas.

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