El mercado laboral argentino ingresa a 2025 en medio de una transformación estructural que combina estancamiento económico, cambios tecnológicos y una creciente fragmentación entre trabajadores formales e informales. La persistente pérdida de poder adquisitivo, sumada a un escenario de baja creación de empleo privado, configura un panorama de incertidumbre que atraviesa a todos los sectores productivos.

Los salarios reales continúan rezagados tras varios años de inflación elevada. Aunque algunas paritarias lograron actualizaciones por encima de la inflación mensual, la recomposición anual sigue siendo insuficiente para recuperar lo perdido desde 2018. Esta dinámica erosiona el consumo interno y presiona a los hogares, donde el empleo múltiple o la realización de trabajos temporales se vuelven herramientas de supervivencia para sostener ingresos.

La informalidad, que afecta a casi la mitad de la fuerza laboral en algunas regiones, se mantiene como uno de los principales desafíos. Trabajadores sin aportes, sin cobertura médica y sin estabilidad enfrentan condiciones laborales más frágiles y una mayor exposición a la pobreza. A pesar de intentos de formalización mediante reducciones de cargas patronales o simplificación de trámites, la debilidad productiva del país limita los avances en este terreno.

El sector privado registrado muestra signos de estancamiento. Industrias como la construcción, el comercio y algunas ramas de servicios evidencian caídas en el empleo, mientras que la economía del conocimiento y segmentos vinculados a tecnología logran sostener cierto dinamismo. Sin embargo, la falta de financiamiento, la baja inversión y la incertidumbre macroeconómica frenan la capacidad de expansión de empresas que podrían generar más puestos de trabajo.

El empleo público, por su parte, enfrenta un proceso de revisión y ajuste en distintas jurisdicciones. Reducciones de contratos temporales, auditorías de funciones y congelamiento de vacantes generan tensiones entre gobiernos y sindicatos. Si bien el objetivo oficial es ordenar estructuras y optimizar recursos, los recortes impactan particularmente en áreas sociales y administrativas que sostienen servicios esenciales.

Las nuevas formas de trabajo también imponen debates urgentes. El avance de plataformas digitales, el teletrabajo y la automatización plantean desafíos regulatorios que aún no tienen respuesta clara. Miles de trabajadores de aplicaciones operan sin marcos de protección, mientras que empresas y sindicatos discuten cómo adaptar convenios colectivos a modalidades que no encajan en los esquemas tradicionales de empleo.

Los jóvenes enfrentan un escenario especialmente adverso. Las tasas de desocupación juvenil duplican las del promedio general, y la falta de experiencia formal dificulta el acceso a empleos de calidad. Programas de capacitación y prácticas laborales muestran resultados acotados en un mercado que ofrece pocas oportunidades estables y mejor remuneradas.

Mirando hacia adelante, especialistas coinciden en que Argentina necesita una estrategia laboral integral que articule incentivos productivos, políticas de formación y marcos regulatorios modernos. Sin una recuperación sostenida de la actividad económica y un entorno que promueva inversión, el trabajo seguirá atravesando una mutación marcada por precariedad y desigualdad. El desafío será construir un mercado laboral capaz de generar empleo de calidad y acompañar la transformación tecnológica sin dejar sectores excluidos.

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