La economía argentina atraviesa un 2025 complejo, con indicadores que reflejan un estancamiento generalizado. Tras un 2024 de fuerte ajuste fiscal y monetario, los primeros meses del año muestran una caída en la actividad del orden del 5,2% interanual, según estimaciones privadas. La combinación de una baja en el poder adquisitivo, menor inversión y un consumo deprimido consolidan un escenario recesivo que golpea especialmente a los sectores medios y bajos.
La inflación, aunque desacelerada en relación al pico de 2023, sigue siendo alta. El índice de precios al consumidor (IPC) acumula un alza del 82% en los primeros nueve meses del año, con fuertes aumentos en alimentos, transporte y energía. Si bien el Gobierno celebra la baja respecto al 120% del año anterior, los salarios continúan por debajo de la línea de inflación, lo que limita la recuperación del consumo interno.
El tipo de cambio se mantiene estable gracias al control estricto del Banco Central y a una política de flotación administrada, pero las reservas internacionales siguen bajo presión. En octubre, el stock bruto de reservas rondó los 24.000 millones de dólares, aunque gran parte corresponde a préstamos y encajes de depósitos. La brecha cambiaria, en torno al 30%, genera expectativas de posibles ajustes hacia fin de año.
En materia fiscal, el Ministerio de Economía logró sostener un superávit primario leve en el segundo trimestre, impulsado por la reducción de subsidios y el freno a la obra pública. Sin embargo, el costo social del ajuste se hizo visible: la tasa de pobreza alcanzó el 47,3% en el primer semestre, el nivel más alto desde 2002, según datos del INDEC.
La industria manufacturera fue uno de los sectores más afectados, con una caída acumulada del 8,4% en la producción. Las pymes denuncian falta de acceso al crédito y caída de la demanda. En paralelo, la construcción retrocedió más del 20%, golpeada por la paralización de proyectos estatales y la suba del costo de materiales.
El único sector con resultados positivos es el agroexportador, que se benefició de una mejora en los precios internacionales y una cosecha récord de maíz y soja. Sin embargo, la recuperación del campo no alcanza para compensar la caída en el resto de la economía. Las exportaciones crecieron un 9% interanual, pero las importaciones cayeron un 18%, reflejando la menor actividad interna.
De cara a 2026, los analistas coinciden en que la clave estará en la recuperación del ingreso real y en una eventual flexibilización del ajuste. Sin una mejora en el consumo, la economía difícilmente podrá volver a crecer. Mientras tanto, la sociedad enfrenta el desafío de resistir otro año de sacrificios, en un contexto donde la estabilidad aún parece una meta lejana.




