La partida cuestionada corresponde a libretas con defectos en la tinta de seguridad, lo que impide su validación en los sistemas de control migratorio. Un error de esta magnitud no tiene antecedentes en administraciones anteriores y afecta de manera directa a la circulación internacional de los ciudadanos.

El impacto se siente de inmediato en la vida cotidiana de miles de personas. Familias que planearon viajes, estudiantes que necesitan trasladarse por programas académicos y trabajadores con contratos en el exterior se encuentran de golpe con un obstáculo inesperado. En muchos casos, los pasajes y reservas quedaron inutilizados, generando pérdidas económicas que no tienen aún mecanismos claros de compensación.

En las oficinas del Registro Nacional de las Personas, las largas filas se multiplican desde el anuncio oficial. Los turnos, que antes se conseguían con relativa facilidad, ahora se postergan durante semanas. La saturación del sistema y la falta de información precisa generan un clima de enojo y desconfianza, en un área que históricamente se destacaba por su eficiencia y rapidez.

Desde el Gobierno se comprometieron a reemplazar de forma gratuita los pasaportes defectuosos y a reforzar los controles de calidad en la producción de nuevas libretas. No obstante, la magnitud del problema deja en evidencia falencias estructurales en la gestión y plantea un interrogante mayor: cómo recuperar la confianza de los ciudadanos en un servicio que debería garantizar seguridad y certeza, pero que hoy se convirtió en sinónimo de fallas y vulnerabilidad.

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