La economía argentina transita 2025 con señales mixtas: una desaceleración de la inflación, pero con una actividad todavía débil. Según el INDEC, el nivel general de precios acumuló una suba del 92% en los primeros nueve meses del año, una baja significativa respecto al 138% del mismo período de 2024. Sin embargo, la mejora en los indicadores macroeconómicos no se traduce aún en una recuperación sostenida del consumo ni del empleo privado formal, que se mantiene estancado desde comienzos del año.

El Banco Central logró acumular más de 7.500 millones de dólares en reservas netas gracias a las liquidaciones del complejo agroexportador y a las restricciones cambiarias, aunque el tipo de cambio oficial continúa bajo control con un ritmo de devaluación del 2% mensual. La brecha con el dólar libre ronda el 35%, un nivel más bajo que el promedio de 2024, pero todavía alto para consolidar la confianza en los mercados. La expectativa del Gobierno es llegar a fin de año con inflación mensual de un dígito y superávit fiscal primario.

El frente fiscal muestra avances: el déficit primario se redujo al 0,3% del PBI en agosto, según datos del Ministerio de Economía. Este ajuste se logró principalmente por la reducción de subsidios energéticos y de transferencias discrecionales a las provincias. No obstante, organismos internacionales advierten sobre los costos sociales de la política de ajuste, con un aumento de la pobreza que alcanzó el 46,5% en el primer semestre, el valor más alto desde 2003.

El consumo interno, motor tradicional de la economía argentina, sigue mostrando debilidad. Las ventas minoristas acumulan una caída interanual del 8,7%, según la CAME, afectadas por la pérdida del poder adquisitivo y las altas tasas de interés. A pesar de la estabilidad cambiaria, los salarios reales todavía no logran recuperar los niveles previos a la crisis de 2023, lo que mantiene a amplios sectores de la población en una situación de vulnerabilidad económica.

En el plano productivo, la industria manufacturera experimentó una leve mejora del 1,2% en agosto, impulsada por el repunte automotriz y de alimentos, mientras que la construcción cayó un 3,5% interanual. Las exportaciones agrícolas se beneficiaron de una buena cosecha de maíz y soja, con ingresos por más de 30.000 millones de dólares en lo que va del año. Sin embargo, la falta de inversiones y la baja demanda interna limitan la expansión de otros sectores.

De cara a 2026, los analistas proyectan una inflación anual cercana al 110% y un crecimiento moderado del PBI del 1,5%, condicionado por la evolución del frente externo y la estabilidad política. El desafío central del Gobierno será consolidar el equilibrio fiscal sin agravar el deterioro social. La posibilidad de un nuevo acuerdo con el FMI y la apertura gradual del cepo cambiario son los temas que marcarán la agenda económica del próximo año.

NOVEDADES