La economía argentina atraviesa una etapa de transición compleja, marcada por un fuerte ajuste fiscal, caída del consumo y esfuerzos del gobierno por estabilizar variables macroeconómicas. Según el INDEC, el PBI se contrajo un 5,1% interanual en el primer semestre de 2025, afectado por la baja de la actividad industrial, el agro y la construcción. Este escenario se da en medio de un plan económico de orientación liberal que apunta al equilibrio fiscal y la baja de la inflación, aunque aún sin mostrar señales claras de reactivación.
La inflación mensual, que había alcanzado picos superiores al 25% en diciembre de 2023, se desaceleró hasta el 4,7% en julio de 2025, según datos oficiales. Esta moderación responde principalmente al ancla fiscal y monetaria, con fuerte reducción del déficit primario, congelamiento de la emisión y caída de la demanda interna. Sin embargo, los efectos en precios regulados y la inercia inflacionaria aún generan incertidumbre en sectores medios y bajos, que perciben una pérdida sostenida del poder adquisitivo.
En materia de empleo, el mercado laboral refleja tensiones. Si bien la desocupación se mantiene en torno al 7,6%, según el último informe del INDEC, aumentaron los niveles de informalidad y subocupación. Muchos trabajadores perdieron empleos registrados, especialmente en la construcción y el comercio, mientras que el empleo público se vio afectado por recortes en varias dependencias estatales. A su vez, el salario real acumuló una caída cercana al 15% en términos interanuales.
El tipo de cambio oficial se mantiene estable desde la adopción de un esquema de flotación administrada, en torno a los $1.200 por dólar. Las brechas con los dólares financieros se redujeron, ubicándose en torno al 18% en julio. Esta menor dispersión cambiaria ha traído algo de calma al mercado, aunque las reservas del Banco Central siguen siendo un punto débil: se mantienen en niveles bajos, con una mejora parcial gracias al acuerdo con organismos multilaterales y el ajuste en importaciones.
En cuanto al comercio exterior, las exportaciones mostraron cierta recuperación respecto al año anterior, en parte por la mejora en los precios internacionales de algunos commodities. El agro, sin embargo, todavía arrastra las consecuencias de la sequía histórica de 2023 y una menor inversión productiva. Las importaciones cayeron más de un 20% en términos interanuales, reflejando tanto el freno de la actividad como las restricciones impuestas por el Gobierno en busca de mayor superávit comercial.
El consumo interno continúa deprimido. Las ventas en supermercados y shoppings, según cifras del INDEC, bajaron un 12% y 18% respectivamente en el último trimestre. La pérdida de poder adquisitivo, el aumento de tarifas y la recesión explican el comportamiento cauteloso de los hogares. Aunque algunos sectores como el turismo interno y la gastronomía muestran señales puntuales de recuperación, en general predomina una lógica de gasto contenido y ahorro en bienes básicos.
El panorama general combina elementos de estabilización con un claro deterioro social. Los niveles de pobreza superan el 50% y la indigencia ronda el 15%, cifras que reflejan el impacto del ajuste sobre los sectores más vulnerables. El Gobierno sostiene que el programa actual es una etapa necesaria para ordenar la economía, pero el costo social plantea desafíos inmediatos. Mientras tanto, se abre un interrogante: si el equilibrio fiscal llegará a tiempo para reactivar el crecimiento antes de que se profundice la crisis social.




