El sector agroexportador es uno de los principales motores de la economía argentina. Representa más del 60 % del total de las exportaciones del país y constituye una fuente clave de divisas, empleo e inversión. Productos como la soja, el maíz, el trigo, la carne bovina y el vino posicionan a Argentina como uno de los mayores proveedores mundiales de alimentos. Según datos del INDEC, en 2023 el complejo agroindustrial generó exportaciones por más de 40 mil millones de dólares.

La soja y sus derivados —harina, aceite y biodiésel— encabezan el ranking de ventas externas. Argentina es el primer exportador mundial de harina y aceite de soja, gracias a su extensa capacidad de molienda instalada en la zona del Gran Rosario. Este polo agroindustrial concentra alrededor del 80 % de la producción procesada y es clave en la logística fluvial, permitiendo el embarque eficiente hacia Asia, Europa y otros destinos estratégicos.

Además de los cultivos extensivos, la carne vacuna mantiene una fuerte presencia internacional. China es el principal comprador, seguido por Chile, Israel y la Unión Europea. En los últimos años, la cadena cárnica ha mejorado sus estándares sanitarios y trazabilidad para acceder a mercados exigentes. Asimismo, productos regionales como el vino de Mendoza, el limón de Tucumán y los arándanos del NOA ganan terreno en mercados premium, diversificando la oferta exportadora.

El sector agroexportador también impulsa el desarrollo tecnológico. Empresas agroindustriales y startups han avanzado en biotecnología, maquinaria agrícola de precisión, semillas mejoradas y software para el manejo eficiente de cultivos. Este fenómeno, conocido como “AgTech”, posiciona a Argentina como un referente en innovación aplicada al agro, con firmas como Bioceres, S4 y Ualabee que exportan conocimiento además de productos.

Sin embargo, el sector enfrenta desafíos estructurales. La alta presión impositiva, los derechos de exportación (retenciones), la volatilidad cambiaria y la falta de infraestructura limitan su potencial. Las restricciones a las exportaciones en ciertos momentos también han generado tensiones entre el campo y el Estado. A pesar de ello, el agro mantiene una alta productividad y capacidad de respuesta, siendo clave en contextos de crisis económica.

En conclusión, el agroexportador argentino es una columna vertebral de la economía nacional y una plataforma estratégica para el desarrollo sostenible. Con políticas que favorezcan la inversión, el agregado de valor y la sostenibilidad ambiental, el campo argentino tiene condiciones para seguir creciendo, diversificarse y competir con éxito en los mercados globales.

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