La política rusa contemporánea está marcada por un fuerte liderazgo centralizado bajo el mandato de Vladimir Putin, quien ha estado en el poder desde 2000, ya sea como presidente o primer ministro. Este prolongado dominio ha llevado a la consolidación del poder en manos del Kremlin, limitando la oposición y restringiendo la libertad de prensa. Las elecciones en Rusia han sido objeto de críticas internacionales debido a alegaciones de fraude y manipulación, lo que ha generado dudas sobre la legitimidad del proceso democrático en el país.

Además, la política exterior de Rusia se ha vuelto cada vez más asertiva y desafiante, especialmente en relación con Occidente. La anexión de Crimea en 2014 y el apoyo a movimientos separatistas en Ucrania han llevado a tensiones significativas con la OTAN y la Unión Europea. Estas acciones han resultado en sanciones económicas que han afectado a la economía rusa, pero el gobierno ha mantenido una narrativa de resistencia y soberanía, apelando al nacionalismo y a la defensa de los intereses rusos en el escenario global.

Por otro lado, la situación interna en Rusia también refleja desafíos significativos. A pesar de la represión de la oposición, ha habido un creciente descontento social, especialmente entre los jóvenes, quienes demandan más libertades y un cambio político. Las protestas en torno a temas como la corrupción y la falta de derechos civiles indican un descontento latente que podría desafiar el control del Kremlin en el futuro. A medida que el país navega por complejas dinámicas internas y externas, la política rusa continúa siendo un campo de tensiones y contradicciones, en el que la estabilidad se entrelaza con la necesidad de reformas.

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